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Actividad física para mejorar el rendimiento académico


Nunca fui una persona muy atlética. Ni siquiera cuando era pequeña corría en los recreos con mis compañeros. Simplemente, no me gustaba la actividad física, así que nunca cultivé el hábito de hacer ejercicio.

Hace unos años, por problemas de salud, los doctores me recomendaron bajar de peso. Cambié ciertos hábitos que me estaban perjudicando: mejoré mi alimentación y me motivé para realizar una rutina de ejercicios de 30 minutos diariamente. A partir de esto, empecé a sentir más energía y pude concentrarme mejor en mis actividades escolares.

No obstante, cuando inicié mi vida universitaria, dejé de dedicarle tiempo al ejercicio. Llegaba tarde a mi casa, pues prefería quedarme en la universidad terminando mis tareas. Ni siquiera tenía que caminar demasiado para tomar el bus, pues la parada quedaba a dos cuadras de mi casa y a la salida de clases, únicamente tenía que cruzar la calle para tomar el interlocal a Masaya. Gané peso y me sentía cansada, pero prefería culpar a los trabajos académicos.

A finales del primer cuatrimestre de este año, decidí que debía cambiar mi vida. Me inscribí en clases de aeróbicos. Al inicio, no noté ningún cambio, pero después de un mes, comencé a sentir más energía. Mi cuerpo estaba alerta y ya no me ganaba el sueño por las tardes.

Lamentablemente, por cuestiones de horario, no pude continuar en estas clases. Para no perder el ritmo y no caer nuevamente en la pesadez de la falta de actividad física, empecé a buscar videos en YouTube. Escribí en una libreta un horario de ejercicio. Establecí que, aunque llegara a las 7:00 p.m. a casa, debía hacer al menos una rutina de 20 minutos.

La primera semana fue un poco difícil acostumbrarme. Llegaba y me cambiaba de ropa. Terminaba la rutina, cenaba y me disponía a hacer trabajos –estábamos a finales del segundo cuatrimestre–. Sin embargo, noté que los días que cumplía con las rutinas, tenía más energía para realizar las tareas. Sin duda, las endorfinas que liberaba durante el ejercicio, aportaban a mi concentración.

Es recomendable realizar, al menos, 30 minutos de ejercicio,

tres días a la semana. Podemos optar por el tipo de actividad física que mejor nos convenga, ya sea bailar, ir a un gimnasio o seguir rutinas en YouTube –elijo esta última, porque me permite adecuar mi horario y me resulta más económico–. Asimismo, debemos cuidar nuestra alimentación –leé este artículo para saber cómo la nutrición influye en tu desempeño intelectual–.

Ahora reconozco que el ejercicio me ha permitido mejorar mi rendimiento académico, porque ayuda a que mi cerebro se oxigene. Además, me relaja y puede resultar divertido si encuentro la rutina adecuada.

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