¿Para qué escribir?
El silencio en la sala es silencio de cementerio. Como si el sonido huyera de la muerte. La única ilesa es la vitrina del tiempo: continúan su monólogo las agujas del reloj. Poco a poco han quedado solas madre e hija. El resto de familiares se han llevado los cuerpos de sus seres queridos. Con su hija en coma, la madre se siente desesperada. ¿Qué haríamos en su lugar?
Isabel Allende (1998) escribió Paula cuando en 1992 vivió un contexto parecido:
En diciembre de 1991 mi hija Paula cayó enferma de gravedad y poco después entró en coma. Estas páginas fueron escritas durante horas interminables en los pasillos de un hospital de Madrid y en un cuarto de hotel (…) También junto a su cama, en nuestra casa de California… (p. 3).
En aquel momento, escribir le significó a Allende un salvavidas, un medio para mejorar su vida emocional. A otros les funciona para comunicarse íntimamente con sus amistades, como quien escribe cartas. La mayoría de personas, además, debemos redactar solicitudes, ya para pedir trabajo, ya para conseguir becas, etcétera. De cualquier modo, como suele enfatizar Sergio Ramírez en sus talleres de literatura, la redacción es una práctica indispensable para nuestro desarrollo en la sociedad.
No solo los periodistas necesitan escribir. También químicos, médicas, ingenieros y arquitectas se enfrentan de forma cotidiana a la redacción de informes, exámenes, artículos, y en el área más personal, de felicitaciones y mensajes de amistad. Inclusive la relevancia social de la web realza el valor de la escritura: desde el uso de redes sociales hasta la creación de un espacio personal exigen a los cibernautas un buen uso del idioma, si acaso están interesados en construir una identidad digital provechosa.
Un medio para mejorar mi redacción
Corrección ortográfica y gramatical, léxico y coherencia forman parte de las características de que debemos dotar a nuestros textos en cualquier plataforma. ¿Cómo las aprendemos? Ciertamente, la educación escolar no basta; ni los cursos universitarios sobre el idioma lograrían su cometido sin que los y las estudiantes busquemos el conocimiento por nuestra cuenta; no solo en la lectura, sino también en la escritura habitual.
Imaginemos que alguien escribe en su diario –que es una buena opción para hacer de la escritura un hábito–: “Hoy me sentí segura de mi misma; y estoy convencida de que mi familia está bien”; y se percata que ha escrito dos veces “mi” para fines distintos: como pronombre reflexivo y como posesivo. Esa persona busca las acepciones de “mi” en el Diccionario de la Real Academia Española y se da cuenta de que su primer “mi” debe ir tildado. Con la práctica ha recordado un detalle ortográfico que, pese a su aparente pequeñez, habla bien de quien lo respeta.
La interacción habitual con las letras, sin embargo, trasciende el aprendizaje de la ortografía. De acuerdo con la escritora nicaragüense Lula Mayorga (comunicación personal, 6 de abril), escribir en un diario o una bitácora ayuda a que las personas conozcan y establezcan más claramente sus principios éticos y sus temas de interés; de forma que, al enfrentarse a un trabajo académico, estos escritores habituales pueden asentar sus investigaciones sobre esas bases.
Vencer el miedo
Cuando estaban a medio camino se abrió de golpe la puerta del castillo y un enorme y amenazador dragón, cubierto de relucientes escamas verdes, surgió de su interior, echando fuego por la boca. Espantado, el caballero se paró en seco (Fisher, 2014).
Ese era el dragón del miedo y de la duda, y, quizá, es muy amigo del que nos espanta cuando no tenemos qué escribir ni sabemos cómo hacerlo; o cuando simplemente no logramos plasmar nuestras ideas en el papel. El caballero lo terminó venciendo –como espero que nos suceda a nosotros– caminando hacia él sin temor a que lo matara. Les daré dos recomendaciones para caminar hacia la escritura sin miedo a morir en el intento, o mejor, para practicarla de manera habitual.
La primera es que hagan de la escritura un espacio personal y lúdico. Personal, no solo narrando sus experiencias en un diario, sino también apuntando sus ideas en una libreta, o en notas en tu celular, o cualquier espacio en blanco. Así como inició a relacionarse con las letras el poeta William Grigsby Verdadera (2012): anotando aforismos religiosos que se le ocurrían durante retiros espirituales cuando tenía 13 años.
Lúdico, expresando sus ideas creativamente, relacionando sus lecturas favoritas con sus argumentos, creando imágenes con las palabras. Dentro de los tipos de escritura creativa, Cassany (1993) menciona el cuento, el poema, la anécdota, la carta, pero también el ensayo. Porque aun las ideas argumentativas y expositivas pueden ser escritas de un modo dinámico. Hace poco tuve que escribir un ensayo sobre el lenguaje en el cibermedio. Decidí jugar un poco y relacionar la metamorfosis de Gregorio Samsa con la del lenguaje, e introduje mi texto así: “Cuando el Lenguaje se despertó una mañana, después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
También sirve escuchar al escritor de ciencia ficción Ray Bradbury (1995), quizá la escritura nos puede resultar un escape lúdico para las tensiones diarias:
¿Cuánto hace que no escribe una historia (…) por pura indignación? ¿Cuándo fue la última vez que la policía lo paró en su barrio porque tenía ganas de pasear y tal vez pensar de noche? A mí me sucedió bastantes veces como para que al fin, irritado, escribiera «El peatón» (p. 15).
La segunda es que aprovechen los espacios de la web en que comparten información para escribir mejor y de modo más creativo. ¿Cuántas veces publicamos en redes sociales? ¿Cuántas enviamos mensajes y correos electrónicos? ¿Cuántas compartimos opiniones en la web? Todas estas son oportunidades de practicar la escritura, y de recordar su buen uso. En palabras de Jaime Nubiola (2012):
Resulta muy práctico también aprovechar las ocasiones que brinda la vida de relación social para aficionarse a escribir, aunque sean correos electrónicos, mensajes en Facebook o tuits en Twitter. Cada mensaje que uno escribe es una estupenda ocasión de disfrutar tratando de producir un texto en el que se articulen, si fuera posible hermosamente, experiencias y razones.
Redactar bien es necesario, entonces, para desarrollarnos en nuestra sociedad. Tenemos dos medios para mejorar tal habilidad: ser un lector habitual y ser un escritor habitual. Hemos visto que esto último se trata de crear espacios donde uno se exprese por puro deseo, por placer, y aun por necesidad; e inclusive, de convertir los medios más comunes de comunicación, como nuestras redes sociales, o nuestros chats, en papeles donde practiquemos la escritura personal, lúdica y correcta.
¡A escribir!
Referencias
Allende, I. (1998). Paula (9na ed.). Barcelona: Plaza y Jánes Editores, S. A.
Bradbury, Ray. (1995). Zen en el arte de escribir. Barcelona: Ediciones Minotauro.
Cassany, D. (1993). La cocina de la escritura. Barcelona: Empúries.
Fisher, R. (2014) El caballero de la armadura oxidada (39na ed.). Barcelona:
Obelisco.
Grigsby Vergara, W. (2012) Notas de un sobreviviente. Managua: Centro
Nicaragüense de Escritores.
Nubiola, J. (2012, diciembre). La vida intelectual: la escritura como articulación de pensamiento y vida. Sesión magistral en la Universidad de Navarra. España.