Aprendé a escribir leyendo
En sus Cartas a un joven novelista, Mario Vargas Llosa sugiere (1997): “Lea muchísimo, porque es imposible tener un lenguaje rico, desenvuelto, sin leer abundante y buena literatura…” (p. 30). Y es que la experiencia lectora es un diálogo con el idioma, durante el cual aprendemos a usar las palabras, a combinarlas con gusto, a ordenarlas de manera tan lógica como se puede con los puzles, y tan artística como los colores en una buena pintura.
Acertado consejo el de un profesor que, ante los errores en la escritura de sus estudiantes, proponía: “Elijan un buen libro y léanse una página diaria: van a ver cómo mejora su redacción”. Este aprender a redactar desde la lectura, sin embargo, no lo consigue cualquier persona, como señala Daniel Cassany (1988) en su Describir el escribir, cuando distingue a quienes leen solo para recibir un mensaje de quienes lo hacen para aprehender el manejo correcto del idioma.
Imaginá a un joven leyendo un libro de crónicas, digamos, Ébano, del polaco Ryszard Kapuscinski. Si su interés es conocer las experiencias de este periodista en África, será alguien que lee como un receptor. Si tiene como objetivo, además, aprender a escribir crónicas, entonces leerá como un emisor: pondrá atención a la estructura narrativa que arma el autor, al vocabulario y al tono que emplea, a la perspectiva de narrador, etcétera; y, de esta manera, adquirirá saberes que le ayudarán a escribir una narración periodística.
De forma resumida, y con base en las reflexiones de Frank Smith, Cassany plantea (1988) que leemos como un emisor cuando, además de comprender lo que se lee, queremos aprender a utilizar el lenguaje de la misma forma, cuando queremos aprender a escribir lo que leemos. ¡Son los textos verdaderos salones de clases donde, aconsejados por sus autores, podemos mejorar nuestra redacción!
Ante esta posibilidad, los estudiantes debemos plantearnos búsquedas: ¿quiero saber cómo escribir cartas? Entonces leeré las Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke, y me daré cuenta de cuán reflexivas deben ser estas composiciones, si acaso el contexto es una relación íntima. ¿Quiero mejorar mis conocimientos sobre la redacción judicial? Castigo Divino, además de divertirme e intrigarme con las polémicas de la mesa maldita, me enseñará el lenguaje de los procesos. ¿Me cuesta escribir un ensayo, o una disertación? Leeré a Ortega y Gasset y encontraré tal coherencia en su escrito "Ensimismamiento y alteración” que me convencerá de su tesis.
Dicho esto, para leer como un emisor y mejorar tu escritura, solo te falta identificar qué querés aprender y buscar el texto adecuado, sin prescindir –mucha atención– del placer lector. Y si acaso estás disfrutando algún libro en cuya tipología no necesitás ahondar (por ejemplo, te interesa la estructura del ensayo argumentativo, pero estás leyendo cuentos de Fonseca Rubem), recordá esta frase del poeta Rilke (2010): “Permanezca y viva por algún tiempo en estos libros, y aprenda de ellos cuanto le parezca digno de ser aprendido”.
Referencias
Cassany, D. (1988). Describir el escribir: Cómo se aprende a escribir. Barcelona:
Paidós.
Vargas Llosa, M. (1997). Cartas a un joven novelista. Barcelona: Planeta.
Rilke, R. M. (2010). Cartas a un joven poeta. Libros en red. Recuperado
de: http://www.librosenred.com/TriviaRegalos/1a2s3d4f/6515-
Cartas%20a%20un.pdf