¿Qué te impide leer?
A los estudiantes de un grupo de Taller de redacción, se les había asignado leer El ascenso, novela escrita por el nicaragüense Javier González Serrano. Aunque la mayoría compró el libro, la tarde en que el escritor les visitó, pocos habían finalizado su lectura. González Serrano se sienta en un pupitre en medio del grupo e invita a empezar el conversatorio. Después de unos segundos de expectación, un muchacho levanta la mano y le dice al escritor: “Solo voy a hacer un comentario: me gustó mucho su libro. No sé, me atrapó, a tal punto que es el primero que termino en toda mi vida”.
Si le preguntáramos a este joven qué le impedía terminar un libro, seguramente respondería que, para él, la lectura era sinónimo de aburrimiento. En realidad, es bastante común que desde niños percibamos el leer como un acto adormecedor, un castigo o una obligación, lo cual no nos permite siquiera hojear un texto para saber de qué trata. En el peor de los casos, cuando abrimos cualquier documento, ya en una tableta, ya en físico, solo logramos ver una masa de letras.
En un artículo de su columna en Magazine, Sergio Ramírez (2015) cuenta que un joven le preguntó vía Facebook cómo hacer para no aburrirse leyendo, a lo que el doctor responde: “El amigo estudiante que me pregunta debe buscar libros entretenidos (…): libros que nos atrapan, que nos deparan sorpresas, que nos divierten, que nos causan risa”. Con esto afirma que la clave para leer está en percibir la lectura como un acto de goce personal.
A su vez, el profesor Galo Guerrero Jiménez (2003) asegura que la lectura no solo causa placer, sino que enriquece con valores éticos, conocimientos generales, e incluso, sensibilidad emocional a quien la practica. En otras palabras, leer acarrea innumerables beneficios a quienes se atreven a hacerlo no por obligación, sino por iniciativa propia.
¿Cómo podés concebir, entonces, la lectura como un disfrute personal? Primeramente, eliminá los prejuicios negativos que tenés contra los textos. Así como se conoce mejor a una persona cuando no la juzgamos antes de platicar con ella, nos será más fácil encontrar un texto de nuestro agrado si no nos cerramos a la lectura. No creamos que todos los libros nos resultarán aburridos; habrá muchos que tras hojearlos unos minutos, nos atraparán en sus letras, como le pasó al joven de quien hablábamos al principio.
En segundo lugar, tomá la iniciativa. En la Biblioteca José Coronel Urtecho, por ejemplo, hay libros que te pueden fascinar. ¿No te gustaría saber cómo sobrevivió un hombre durante más de una semana en una balsa en medio del océano? En el Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, te vas a dar cuenta de este hecho real. Y si alguien te contara una historia distinta de cómo vivieron Adán y Eva, ¿te interesaría su relato? Entonces leé El infinito en la palma de la mano, de Gioconda Belli.
En fin, las oportunidades que te ofrece la literatura son infinitas, solo basta con ver a la lectura como un acto que podés disfrutar y que te beneficiará en varios aspectos. Así que elegí un libro que te llame la atención y empezá a ser un lector habitual. Sergio Ramírez finaliza aquel artículo: “Y le digo a mi amigo estudiante que una vez que haga la prueba, me escriba de nuevo y me cuente cómo le fue”.
Referencias
Guerrero Jiménez, G. (2003). La ventaja de saber leer. Ecuador: Universidad
Técnica Particular de Loja.
Ramírez, S. (2015, febrero). Consejos para no aburrirse. Magazine, (242), 58.